martes, 19 de agosto de 2014

TINIEBLAS

     INSIDE LLEWYN DAVIS


Sátira y humanismo, dos corrientes igual de válidas ya que la vida se presta a ambas cosas. Se puede captar el pateticismo de la raza o su virtud, se puede elegir dosificar los tonos o regalarse al más innato de los extremismos, son aspectos de los que formamos parte al fin y al cabo, nuestra carta de presentación. Pero atrapar el sentimiento de la derrota, transfigurarlo con humor y liarse a guantazos con la fachada de cada espectador (por fuera presente y por dentro representado) es privilegio de los grandes, de los que recuerdan que nacemos con la palma en el culo y a grito limpio. Que si la propia existencia es un tumor no nos falte motivo por el que brindarle una carcajada tras otra por tropiezo o torpeza, que lo haga aquel que tenga el valor necesario.

                     

"Inside Llewyn Davis" es bastante sencilla como para resumirla y lo suficientemente complicada como para sobar su mismo resumen como único precedente... mira, casi como la vida. Subrayando la amargura de un hombre derrotado por las circunstancias, con el folk como excusa y los 60 de telón. No es solamente la radiografía más precisa de aquella generación perdida que sentó las bases sobre las que más tarde artistas como Dylan encontrarían un medio con el que llenar su plato. Acostumbrados a que leamos entre líneas bajo la farsa de "contamos una historia y procuramos que la apuesta sea fuerte", vuelven a regalarnos otro retrato de la cara B que no distingue entre el triunfo o el fracaso, al contrario de lo que pueda sugerir su guión. Un recorrido al infierno del anonimato, a la duda sobre si tiene sentido o no lo tiene, o si eres un egoísta convive lo mejor que te sea posible con aquello que te hace destacar en la mierda, aunque sea un poco en la inmensidad.

                    
                          
No hay significado para el caos si este este se define a si mismo limitándose a funcionar, y esto ya nos lo dijeron en 2009. "Inside Llewyn Davis" es la película más descorazonadora de su filmografía, la menos paranoica, la menos exigente, la más sentimental como idea... y en su lenguaje esto consta de dos razonamientos básicos, pillarlo o rendirse. Para los afortunados que hemos tenido el placer de sentir su emoción entre la turbia marea desde 1984 esto vale millones. Oscar Isaac incluído, en un papel sólido y auténtico, reflejo del hastío y la frustación de miles engullida entre la barba y la melena descolocada de un tipo milagrosamente cansado de luchar. "Si no es nueva y nunca envejece, es una canción folk", y en esas estamos, desde el mismísimo cartel, a drede y de buena gana, un clásico moderno en el siglo de los Smartphones, de los que te pellizcan y miras alelado el favor tan grande que un par de judíos le hicieron a los bobos del mundo, mostrando el aprecio que nos tienen en hora y media de desdicha y atropellos conducidos por el hilo de una creencia, con la música por bandera y un gato travieso en su regazo.

 
NOTA: 8/10